Desestimando muchos de los clichés esperables en este tipo de relato, Peter Jackson consiguió alcanzar con su trilogía del anillo una profundidad inusual en proyectos de esta clase, que la lleva a traspasar las fronteras de su especie para convertirse en una adulta epopeya difícilmente clasificable donde el más puro sentido del entretenimiento convive en armonía con la intensidad emocional del drama humano. Por supuesto, tan deliberado equilibrio se vuelca en las tres aportaciones de Howard Shore a un género al cual no se había aproximado anteriormente y que suponen ahora, contempladas en su conjunto, un irrepetible coloso musical sin precedentes que, por si había dudas,
consolida al compositor como una de las figuras cumbres en el sinfonismo contemporáneo.
La obra más completa y madura del tríptico, supone el apoteósico final del viaje iniciado con
La comunidad del Anillo. Confluyen aquí un sinfín de leitmotiv, los temas que antes oímos han evolucionado y se unen a nuevos motivos. Con su ingeniosa habilidad, muy conveniente en narraciones de tan extenso metraje, Shore sabe como parcelar los distintos ambientes y entornos argumentales; el terror, la aventura, la melancolía y el misticismo encuentran sus distintas representaciones mediante infinidad de recursos y múltiples instrumentaciones, que incluyen delicados pasajes vocales, gloriosas fanfarrias, influencias celtas y un impresionante despliegue coral.
Atención a cortes tan impecables como The Grace Of Undomiel, donde se dan cita varias de las más hermosas melodías del score, concluyendo espectacularmente con las climáticas notas que acompañan a Gandalf en su llegada a
Minas Tirith, la Ciudad Blanca.
La batalla decisiva se aproxima, pero independientemente del desenlace de la misma,
la partitura hace eco de la trascendencia de esta magna odisea, y de la huella que ha ido dejando en la personalidad de cada protagonista. En definitiva, la música crece con los héroes y se enriquece a la vez que ellos. Incluso los pasajes bélicos son aquí más emotivos, y el tema de los hobbits, que en el primer título se revelaba en su interpretación más festiva y desenfadada, se carga ahora de un componente melancólico que representa la forzada madurez de unos personajes que no volverán a ser los mismos.
Esta completísima edición permite apreciar al detalle tanto los matices individuales de la obra como su integración en el acabado total del conjunto. No obstante, y pese a que serían interminables las maravillas que sobre ella podemos decir, conviene aclarar que es este un lanzamiento especialmente dirigido al aficionado más purista, pues es difícilmente concebible la escucha continuada de sus 229 minutos. (Tanta duración como el metraje del film en su versión extendida). Aquel que no esté tan interesado en el completismo seguramente verá satisfechas sus expectativas con la edición sencilla publicada anteriormente.
M.M.M.